He visto como muere el día en un instante,
no sin antes suplicarle al carcelero oscuro.
Humillado de forma avergonzante,
agoniza encerrado como un perjuro.
con su constante embate cotidiano.
Vacilante ante su muerte destrozada,
su final y realidad atemorizados ante el tirano.
pisotea su abrigo ajado por el tiempo.
No es la piel la que termina en cenizas,
es la ilusión la que termina en destiempo.
no intentes forcejear con lo imposible.
Muere ante mí en un instante,
muere ante mi incorrompible.
© José M. García Velázquez 2006
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