como angel sanadora pretendes aliviar mis pesares.
Es cierto que alivias mi cuerpo corrompido,
con tu esencia clara y cristalina me tiras en lodazares.
Tengo necesidad de tí, aunque trato de no acostumbrarme,
como piquetes de abejas me golpeas en los caminos enrojecidos.
Me deleitas hasta el punto de nublar mi pensar,
me niegas el derecho a mantener la compostura.
¡Maldita seas deleitosa mentira, que engañas con el placer ofrecido!
Me mantienes encadenado a tu diminuto cuerpo,
escudándote con la quejadumbre dolorosa de mi espíritu abatido.
No puedo librame de tu acecho.
Me duele el cuerpo cuando no estás conmigo,
me enloquece el constante golpeteo a mi deseada abstención.
Me inyectas ilusiones de poder llegar al cielo anhelado,
me entrego a tu seductora insistencia de tenerme acorralado.
No debo mantenerme en constante sufrimiento.
Mi vida depende de no penar por alivio,
no duermo porque deseo que me arropes en la noche,
y me dejes entre sueños perdido sin lograr encontrarme.
José M. García Velázquez © 2007